El cuento de la buena pipa…
Migrar, en su esencia, aunque no es evidente, tiene implícito el derecho a soñar
Sal, azúcar y tabaco, son los componentes principales que distinguen y singularizan la producción de esta serie. En la última etapa de mi producción artística me he dedicado a estudiar, emplear y experimentar con estos productos desde la utilización formal y conceptual. Me interesa principalmente hablar y cuestionar la historia de Cuba que tenemos aprendida. Todo lo que está sucediendo en la actualidad, desde la reflexión de la identidad, los cambios en la mentalidad y realidad cubanas, el tema migratorio, lo que significa la tierra, la patria, la libertad.
La experimentación a partir de mi realidad y los materiales que utilizo, son la contraseña en toda mi creación. Utilizo la sal del mar que toca a todos los continentes y siempre está presente para separarnos y unirnos, como la que dejó en su isla Ulises al partir de Ítaca. Doña azúcar como dijera el antropólogo Fernando Ortiz nace sin apellido propio, como esclava, traída de fuera hecha nuestra, que forma parte indisoluble de nuestra historia y patrimonio. Nuestro tabaco, ese que desde que supuestamente nos descubrieron existe en nuestra tierra y que nutre nuestro orgullo. De todo esto está conformada esta propuesta artística, enraizada en el momento que me ha tocado vivir, para catar nuestra historia como protagonista vivo de este relato.
Historias tan comunes como excepcionales, inocuas, ¿verdaderas? Han sido mezcladas unas con otras, de tal manera que el discurso insular condiciona todo lo que tocamos y la sal, el azúcar y el tabaco se convierten por derecho propio, en la alusión directa a la tradición, la re visitación y las convenciones en las que vivimos nuestra insularidad.
2017-2018